Es difícil no darse cuenta de la trascendencia que la tecnología ha ocupado desde un tiempo a esta parte en nuestra forma de ser, de relacionarnos, de comunicarnos, de poder hacer cosas que antes sólo estaban a nuestra disposición en la más fantástica literatura futurista como Juio Verne o Asmov. Sí, el afán del hombre por conseguir lo nunca visto, la máxima comodidad, la sensación de seguridad y la vida más duradera, tiene una penitencia y un castigo, el trabajo para conseguirlo y la correspondiente dependencia que crea.

La tecnología ofrece unas condiciones más cómodas, una medicina más fiable, prestaciones temporalmente sostenibles por nuestro sistema capitalista, consumista y completamente autodestructivo, un panorama cada vez más privatizado y más globalizado, que como predijo Gandhi en una ocasión, "necesitaríamos tres planetas tierra para abastecer a este si todo el ritmo de vida fuera igual al de los países occidentales", bueno en este caso a los países ricos, que privan de recursos y explotan a lo países subdesarrollados.